Atrás, en otra vida, quedaron aquellas viejas o quizá jóvenes, ideas sobre la escritura como trinchera y guerra. Lejos quedaron aquellos días en los que la escritura era un medio para vivir cosas no vividas, exaltar acontecimientos y anticipar el futuro. La musa, si es que la hubo, ya hacía tiempo que no estaba y había sido olvidada. Las manías todavía permanecen, y la necesidad también. Imagino este lugar como un grito seco en el vacío de la derrota.
Acabado del conflicto, resignadas todas las batallas y con todos los barcos hundidos, la derrota. La derrota y la sorpresa que vino con ella. La derrota trajo la libertad. La carencia de metas, la tranquilidad. Todavía a flote y a la deriva con la única voluntad involuntaria de la respiración, bocanada de aire tras bocanada sobre una tabla de madera me hallé filibustero sin nombre ni presión. Era nadie, si quería serlo.
Este naufragio será un lugar que sirva para hacer sonar latidos cada vez más espaciados de una pasión remanente.
Sin ser el principio, el viaje comienza aquí.